La literatura debe vivirse, es un mecanismo vivo que
busca provocar un sentimiento, una sensación, una idea o una opinión en aquel
que lo lee. Es por ello que la literatura no puede tratarse como si fuera algo
muerto. Tratar los movimientos y los autores como meros conceptos teóricos que
poco o nada tienen que ver con lo que debe transmitir la verdadera literatura
es una tendencia que se ha ido heredando en la educación. Una tendencia que
poco o nada hace por los libros, porque sean lo que en realidad son para
aquellos que los toman entre sus manos. ¿Qué aprecio se puede tener hacia algo
que se enseña como si fuera ajeno a nosotros mismos?
Cada clase de literatura es un mundo distinto que
oferta toda una gama de posibilidades para explotar en el aula. Si hay que leer
una obra de teatro, interpretarla juntos, ver su interpretación por grandes
actores del drama. Si hay que leer un poema, recitarlo, no una mera lectura
silenciosa que ni siquiera es suficiente para su comprensión. Incluso se puede
escuchar una versión cantada, pues es bien sabido que grandes autores como
Espronceda o Rosalía de Castro han sido muy musicados. Si hay que leer una
novela, hay que darles a los alumnos la oportunidad de que lean aquello que más
les gusta. Es bien sabido que a ciertas edades no somos capaces de leer un
determinado tipo de libros. No nos interesan en ese momento de nuestra vida, no
tenemos la madurez necesaria, o los conocimientos. Para la lectura individual
en casa debemos promover única y exclusivamente su disfrute, lo que no quiere
decir que debamos olvidarnos de los grandes clásicos. Relatos, microrelatos y
cuentos ha habido en todas las épocas y son pequeñas muestras más accesibles
para ellos que pueden trabajarse en clase.
Yo propondría ambientar la clase para cualquier tipo
de lectura en el aula. Dejar de lado las mesas y ponerse en círculo, cerrar las
cortinas e incluso llevar cualquier cosa que pueda servir para crear más
ambiente. Los alumnos escuchan al profesor, se relajan, e imaginan. La lectura
es imaginación, no concentración y búsqueda de claves para contestar a unas
cuestiones concretas. Se pueden añadir vídeos, imágenes o escenas de películas
que vuelvan más visual el relato. Después, una pequeña discusión sobre el
cuento entre toda la clase y una propuesta de escribir un relato corto para
leerlo frente a la clase. Un relato en el que cada uno transmita sus propias
preocupaciones y se sienta seguro de compartirlas con el resto de la clase.
Lo importante es que los alumnos hablen, escriban y
sientan que la literatura no es un texto muerto e inerte sino un medio de
disfrute que vuelve a la vida cada vez que se lee.
¿ME LA XUPAS NENA?
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